Del G20 a París, dos realidades para un mismo desafío
La cumbre mundial que se dio en Buenos Aires llegó a su fin y con ella las especulaciones que los representantes de las potencias más importantes del planeta podrían acordar. Para el país anfitrión fueron jornadas que dejaron un resultado positivo ya que a diferencia de otras cumbres la imagen no fue la de altercados en las calles como lo que sucedió en Alemania, se logró evitar que uno de los países más importantes de la cumbre como EE.UU se retire antes de tiempo e incluso se firme un documento final. Hasta acá los hechos diplomáticos, la posibilidad de mostrar, aunque sea por una breve ventana de tiempo, lo que sucedía en Buenos Aires.
Especular con un papel mediador de la República Argentina es algo que estaba fuera de su alcance por su peso específico y por la magnitud de las batallas globales que como gigantescas tormentas sobrevolaron la cumbre y siguen aún en el cielo amenazante.
La realidad mundial lejos está de haberse solucionado, un cese al fuego en una guerra comercial es sólo eso, y pierde aún más relevancia ante el ADN impredecible de uno de los firmantes como es el caso de Donald Trump. Al mismo tiempo el acuerdo sobre el cambio climático claramente no es vinculante y apoya lo que ya se acordó en Paris en 2015, un acuerdo que tampoco obliga a los firmantes. Lo positivo sin duda es la “promesa” de quienes lo apoyaron en 2015 en Paris y ahora en Buenos Aires. Pero todo sigue dependiendo de la voluntad de quienes saben que se debe hacer algo al respecto pero siempre primando lo urgente sobre lo importante.
El mundo sigue con esta espada sobre la cabeza de cada uno de sus habitantes, Rusia no sólo no mencionó la posibilidad de una tregua sino que amenaza subir la apuesta incluso en una cumbre diplomática utilizo la palabra “guerra” y advirtió que “la guerra continuará”.
La violación a los derechos humanos globales encarnados en un crimen atroz y ante la vista de todos quedo impune, más aun cuando Turquía, nación que se encargó de dar detalles del asesinado del periodista saudita en un consulado de Turquía señalado junto a la CIA a quienes podrían ser responsables intelectuales del asesinato, terminó la cumbre aceptando un pedido de investigación.
El mundo sigue girando a los tumbos, el G20 se convirtió nuevamente en la búsqueda de victorias particulares más que de una conquista global de ganancias generalizadas.
Paradójicamente mientras todos miraban hacia Buenos Aires, una posible nueva realidad mundial, como sucedió con la primavera árabe se dio en Paris. Dejando de lado los incidentes y las especulaciones de algunos partidos políticos que buscan su victoria luego de la batalla que cubrió la capital francesa, un nuevo reclamo de quienes protestan por la suba de los combustibles y los problemas para la vida diaria se hizo presente, un reclamo que es un verdadero desafío para el sistema.
Este domingo, en una tribuna en el Journal du Dimanche, un grupo de diez «chalecos amarillos libres», portavoces de una «cólera constructiva» exhortaron a «salir de la crisis».
Tras condenar «cualquier tipo de violencia» se declararon dispuestos a un diálogo con el gobierno, aunque plantearon varias reclamaciones:
Un gran debate sobre la fiscalidad con la participación de los ciudadanos, la organización de «referendos regulares sobre las grandes orientaciones sociales del país», una «conferencia social nacional» o la implantación del «sistema proporcional en las legislativas» para una mejor representación de la población en el Parlamento.
La primavera árabe no logró en los países que no tienen una cultura democrática imponer una apertura a las libertades y en muchos casos gran hermano, entendido como el poder, se encargó de volver a retomar el control, con distintos costos para la población civil, Egipto, Libia, Siria son quizás los ejemplo más duros.
En aquellas naciones donde la democracia aún es tomada en cuenta como un valor, esa energía de cambio fue encausada por los “indignados” como sucedió en España para luego ser tragados por el sistema político.
Los chalecos amarillos, la gente que busca respuesta y una nueva participación reclaman por estas horas un nuevo rol, lejos de quienes se aprovechan de utilizar la violencia o del caos para victorias partidarias. Mayor participación ciudadana, mayor transparencia en el reparto del poder, mayor implicación en la decisiones, más democracia para un sistema que no logra dar respuestas en tiempos de cambios globales cada vez más profundos.