EE.UU. ANTE LA SOMBRA DE UN GOLPE DE ESTADO
“Todo está bien, si termina bien”. Esta frase que alguien me dijo hace tiempo la aplique a muchos momentos de mi vida, pero también creo encaja perfectamente en la crisis que se está viviendo en los Estados Unidos. Tuve la oportunidad de ser testigo, por mi trabajo, de distintas elecciones presidenciales, las últimas cinco, todas tuvieron algo especial, único.
La llegada de Bush a la presidencia hace 20 años, con un conteo interminable de los votos y la decisión final de la corte suprema, que posibilito su victoria en el colegio electoral fue un quiebre en la democracia estadounidense. Otro de las coberturas me llevó a ver la victoria de Barak Obama con todo lo que significó la entrada a la casa blanca de un afroamericano. Ocho años más tarde le tocó el turno al rey del reality, Donald Trump fue algo nuevo e impredecible en la política estadounidense. Esa característica poco habitual en un país tan organizado y poderoso fue desarrollada durante toda su presidencia, incluso con más incertidumbre en su momento final, al no reconocer su derrota, denunciar un fraude masivo y frenar los preparativos de una clásica transición en el país, entre un gobierno saliente y uno entrante. Como lo advertí desde el momento que se conoció su victoria, impredecible.
Trump como el resto de sus antecesores conoció su victoria a través de los medios de comunicaciones, como hace años difundieron el resultado como una proyección de los votos ya contabilizados oficialmente, esto es cuando se calcula que no hay margen de error o incluso la cantidad de votos restantes no pueden modificar el resultado.
En ese momento acepto lo que decían los medios y no le incomodo ganar por unos pocos votos en algún estado a los demócratas. De hecho el sistema electoral estadounidense así lo marca, quien gana por un voto popular se lleva todos los electores que corresponden a ese estado. Tiempo después esos números fueron confirmados oficialmente.
Pero Trump es distintos a todos, lo dijo en más de una oportunidad, desde el minuto cero rompió con todos los protocolos y la manera de ejercer el poder. No hubo diplomacia que lo contuviera. Nada pudo detener a este tren arrollador que durante sus 4 años de mandato dejo estupefacto a la clase política y los medios que lo ayudaron consiente e inocentemente a llegar lo más alto del poder.
Trump nunca se incomodó en decir lo que nunca antes se hubiera animado decir otro político en el país de las formas, al menos en apariencia. Meses antes de la votación Donald Trump afirmo que los votos por correo eran para él un fraude, que no iba a aceptar el resultado sino era justo, para el obviamente, y que tampoco se iría en ese caso de su residencia presidencial.
Pocos republicanos salieron a buscar controlar el discurso poco democrático de este presidente, todos buscaron mirar para otro lado. Lo que le hubiera costado la carrera a otro presidente no tuvo efecto alguno en Trump , hasta el día de la votación.
La economía fue, como en el resto del mundo, golpeada por el coronavirus, los contagiados y muertos se convirtieron en uno de los boomerangs que lo golpearon en los días previos al martes 3 de noviembre y el día final de votación.
Joe Biden logro varios millones de votos más que Trump y se impuso además en el colegio electoral.
Pero él no lo acepto. Trump decidió llevar adelante su plan de judicializar las elecciones, si bien hasta el momento ningún juez o fiscal le dio la razón o acepto la denuncia de fraude. Pero es Trump quien esta aun al mando y por esta razón todo es día a día más complicado y peligroso.
Pero hasta donde está dispuesto a llegar Donald Trump? A mediados de diciembre la realidad se impondrá, según lo que explicaron distintas voces oficiales electorales, a la ficción del presidente. Es cuando los electores harán oficial lo que ya proyectaron y proyectaran los medios en otros estados.
Si el presidente saliente decide seguir con su juego incendiario una vez que los números oficiales se hagan públicos y le sean adversos, Estados Unidos habrá entrado en un proceso de golpe de estado.
Faltan pocos días para ese punto de quiebre, quizás impensado hace unos años, pero cada vez más cercano. En el país de la autoproclamada democracia perfecta, a los presidentes, hasta ahora, no los derrocan, los matan, lo mismo sucedió con aspirante a la casa blanca.
Este es un escenario nuevo, impredecible, tanto como quien con una antorcha encendida recorre los pasillos de la casa blanca.