EL ESPEJO NOS ESPERA
Son tiempos en los que no me animo a preguntar tres veces seguidas que es lo que puede suceder, sino como en las películas de terror, la respuesta se puede hacer presente.
Son tiempos en los que las noticias superan unas a otras en cuestión de días, es verdad no es la primera vez que sucede pero la pandemia desde hace al menos una semana quedó relegada por las protestas en Estados Unidos y en distintas naciones del mundo por el asesinato de un hombre negro a manos de un policía blanco.
En verdad es una forma de resumir algo que es mucho más profundo, complejo y que va más allá de un nuevo caso de brutalidad policial y racismo en el país que se cansa de publicitar los derechos de sus ciudadanos. Incluso está a la vista que lo que le ocurrió esta vez, a George Floyd es algo que trasciende las fronteras ya que hay millones de personas que no quieren vivir más bajo un sistema que mantiene jerarquías de derechos muy marcadas. En aquellas naciones que dicen respetar los derechos de sus ciudadanos se dan realidades paralelas bien distintas.
Estados Unidos vuelve a ser la punta de lanza de un problema que las clases dirigentes, incluidos presidentes como Obama, no pudieron resolver. Pero es justamente la punta de un iceberg que llega más allá de las fronteras de los Estados Unidos, por esta razón lo que volvió a hacerse público gracias a un video captado por un celular, una imagen que no pudo ser frenada marca un sentimiento común alrededor del mundo.
Al mismo tiempo que en las ciudades de todo Estados Unidos miles marchan en Gran Bretaña, también en Berlín, Brasil y Australia, sólo por mencionar algunos países. En cada nación con un motivo que lleva como nombre en los carteles el de George Floyd pero que busca mostrar lo que está pasando también ahí y no es abordado por las autoridades o la sociedad, nosotros.
Discriminación, racismo, falta de oportunidades, las imágenes que podemos ver en nuestros televisores, computadoras, tabletas o teléfonos nos traen los reclamos que parecen estar allá lejos, ¿pero esto es así?
¿Realmente sólo sucede allá?. La pandemia por un lado nos mostró que nadie se salva del virus covid19, que no conoce de fronteras, razas, religión o sexos, pero al mismo tiempo deja a la vista las constantes desigualdades en un mundo que se define como moderno, por la hiperconectividad, la tan promocionada globalización. Es verdad que el virus no parece distinguir entre lo que los seres humanos nos encargamos de diferenciar, como si fueran castas, pero las cifras son contundentes. Quienes tienen acceso a una serie de beneficios de la modernidad poseen mayor ventaja que los cientos de millones que viven postergados en la pobreza, el olvido y el desinterés del sistema.
Fue la pandemia la primera muestra global de indiferencia que desde hace siglos, pero aún más marcado en estas décadas de crecimiento que se viven en el planeta, quizás nos quedamos paralizados por el temor de no tener aún la respuesta a un virus que nos hizo parar el mundo y envió al ego del ser humano con sus cohetes al espacio y su idea de poblar otros planetas varios casillero hacia atrás. Pero como en el caso del asesinato de otro hombre negro, este crimen colocó sobre la superficie un problema no resulto como lo hizo la pandemia.
Cuando los manifestantes gritan el nombre de George Floyd están dejando a la vista la discriminación de los pueblo originarios en Australia, los negros en Gran Bretaña, quienes marcharon en Brasil y tantos cientos de millones de personas que hoy no tienen las mismas oportunidades de defenderse del covid19 por simplemente no tener agua potable para lavarse las manos.
En el mismo instante que vemos las demostraciones de hartazgo en las calles de esos países que parecen lejanos deberíamos preguntarnos por donde pasa nuestra indiferencia hacia el prójimo. Lo que le sucedió a George Floyd se convirtió en un gigantesco espejo, ahí está, esperándonos, para que nos devuelva la imagen de aquello que quizás no queremos ver.